domingo, 5 de julio de 2009

El arzobispo Oscar Andrés Rodrigues Madarriaga y el golpe de estado a Zelaya.

POR: ARTURO MUSKUS VILLALBA

“Dad a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar”, eso dijo Jesús de Nazareth cuando alguien le tocó un álgido tema político, en su misión de salvador de almas, ante el sometimiento cruel del pueblo judío por el imperio Romano.

La historia de la humanidad siempre nos ha mostrado tipicidad de comportamientos en aspectos de razas, lenguas, geodemografías, religiones, organizaciones sociales, seguimiento de postulados políticos, etc. Me llama la atención como el Cardenal de Honduras, Oscar Andrés Rodríguez Madarriaga, el día de ayer 4 de Julio, emitió un comunicado televisivo al mundo advirtiendo ríos de sangre, ante la intensión declarada del legítimo presidente de ese país, Manuel Zelaya, de regresar a Honduras para ocupar nuevamente su silla presidencial. A este siniestro sacerdote parece no importarle la forma ilegal como fue removido Zelaya, por una oligarquía anquilosada por siempre en el poder, propietaria de los medios y única con capacidad para el acceso expedito a las posiciones de libre elección. En manifiesto pastoral aduce a un pueblo pisoteado y burlado: que remover a Zelaya con un artero golpe de estado fue la mejor decisión, para retomar a la tranquilidad y al ambiente progresista y pacífico de Honduras. El presidente de facto, el derechista y burgués a todo dar: Roberto Micheletti, golpista gorila, ha promulgado abiertamente que al regreso de Manuel Zelaya será inminentemente detenido. Si cumple este rigor a cabalidad está evadiendo el clamor del pueblo raso, quien protesta en la calle cada vez más exacerbado y pide a gritos la restitución inmediata del legítimo presidente.

He aquí un caso más de intromisión de la Iglesia Católica de América Latina en temas políticos. Están coaccionando a un pueblo ferviente y avasallado políticamente con argumentos divinos. La historia lo restriega en nuestras caras, con argumentos claros y contundentes su intensión del poder universal; esa fuerza incontrolable que la llevó a convertirla en avasalladora y criminal a través de la historia de la humanidad. La Iglesia católica siempre ha sido antirrevolucionaria y antiprogresista, de actuaciones dogmáticos por excelencia, explotando únicamente la fe en sus esquemas maniqueos, más no esgrimiendo realidades cristianas. Por mucho que seamos fervientes adeptos a su formación, nunca podremos olvidar la sagrada inquisición, (que más que sagrada fue demoníaca y cruel), las cruzadas, las indulgencias, el manoseo de fortunas inconmensurables, la corrupción, la opulencia descarada de papados, las decisiones en políticas más que en argumentos pastorales que generaron los cismas y por ende grandes deserciones, sean estas: la iglesia anglicana, luterana, presbiteriana, ortodoxa, otras.

Después de la promulgación de las encíclicas del papa león 13, se condenó a los pueblos a mantenerse sumidos al poder de los dirigentes indignos y tiranos, cuando éstos simplemente invocaban el nombre de Dios, ante la faz de su analfabetismo, la ignorancia rancia y el ocultismo. En su Carta encíclica de S.S. León XIII, sobre la constitución cristiana de los estados, promulgada el 1 de noviembre de 1885, en el artículo 10 reza textualmente:

10. No es menos ilícito el despreciar la potestad legítima, quienquiera que sea el poseedor de ella, que el resistir a la divina voluntad, pues quienes a aquella resisten caen voluntariamente y se despeñan en el abismo de la perdición. El que se insubordina contra la autoridad, se opone a la ordenación de Dios; y los que se oponen, recibirán su propia condenación. Por tanto, quebrantar la obediencia y acudir a la sedición, valiéndose de la violencia de las muchedumbres, es crimen de lesa majestad, no sólo humana, sino divina.

Bajo esta decisión pastoral, se ha sometido al ser humano de la manera más servil y sumisa al poder de las rancias oligarquías exterminado la oposición, la libre protesta y el derecho de los pueblos.

“¡Como han tomado tu nombre Dios mió para coaccionar, sojuzgar y mantener a la humanidad por siempre obnubilada ante malévolas intensiones. Dios mió, esos son los pastores que has elegido para la continuación universal de tu iglesia ¡“

Es categórica y típica la reacción del cardenal Oscar Andrés Rodrigues Madarriaga, quien coarta la intensión sana y altruista de un pueblo en el desarrollo de la democracia a ser gobernados por un hombre en su poder de decidir. Ahora bien, ¿qué es lo que sabe este hombre para lanzar la semejante premonición de que al arribar Zelaya habrá ríos de sangre? No será que también está cocinado sus brebajes con las oligarquías hondureñas para mantener en el poder a Michelletti. A este curita no le ha importando que en la noche de ayer y la madrugad de hoy, la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos OEA, unánimemente haya declarado a Honduras por fuera del sistema de los piases americanos. Pero lo más contundente fue su decisión de tachar al golpista gorila Michelletti de “presidente de facto”, por tomarse el poder con todas las bases de ilegalidad. No hubo un solo voto a favor de ese gobierno de facto en dicha asamblea, mientras Michelletti lleva seis días creando zozobra en esa sociedad ávida de justicia social.

Colombia no ha sido la excepción en las intromisiones y desaciertos sociales de la Iglesia Católica. Como un solo ejemplo de muchísimos citables, sitúo el del polémico arzobispo de Santa Rosa de osos, Miguel Ángel Builes, quién llegó a afirmar después de la carnicería humana de “la guerra de los mil días”, que ser liberal era pecado. Este hombre mojigato e inquisitivo, condenó el uso del pantalón en la mujer, la soltería en los hombres, atacó los reinados de belleza mostrándose profético refiriéndose a comedias bufas carentes de seriedad. Dos meses después del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y del "Bogotazo", monseñor Builes estimuló a la revuelta y al aniquilamiento (tal vez no en el sentido físico, sino en el moral) de los liberales. Durante una procesión del Sagrado Corazón, exigió un juramento a sus fieles para defender a Cristo, la religión católica, la Colombia católica. Por supuesto, los autores de la masacre eran no sólo los comunistas, sino «el liberalismo colombiano, vestido de comunismo, que concibió y realizó el movimiento». También les puedo mencionar, adentrándome en la historia, la traición del Arzobispo Caballero y Góngora a José Antonio Galán, líder de la revolución de los comuneros, quien por este acto infame y oprobioso fue condenado a muerte después de que el arzobispo le hiciera promesas ilusorias en su capitulación, persistiendo el mal gobierno y el servilismo al rey de España.

Es de aclarar que no he criticado a la Iglesia Católica como tal, la ha sido instituida por el mismo Jesús de Nazareth, sino a los terrestres que la han conformado a través de su historia.
Juzguen ustedes mismos, mis queridos lectores:

Arturo Muskus Villalba.
Madrugada del 5 de julio de 2009 desdemiexilio228@hotmail.com