domingo, 1 de mayo de 2011

No hay que oler las materias fecales de los Monarcas de Europa para saber que es la misma Mierda del mendigo de la esquina.

La verdad de Arturo Muskus V.
Por: Arturo Muskus Villalba

“Existen personas en el mundo que ven con tanta admiración o fervor los títulos reales, que pudiera creer que sentirán orgullo si tuvieran una bolita de excrementos del rey Juan Carlos de Borbón (por ejemplo) en una copa de murano, para mostrarlo con satisfacción a sus amistades y estoy seguro que sería el adorno más agraciado de la sala de sus casas y que olerían con frecuencia como tributo especial a tan noble personaje.”


Absorto por la tendencia simple, etérea y baladí de los que aún en pleno siglo 21 se han levantado en las primeras horas de la madrugada para observar la estrambótica boda real del príncipe GUILLERMO DE INGLATERRA con –dizque- la plebeya KATE MIDDLETON. Casi siempre estas personas que sienten estas atracciones desconocen la historia con los postulados de la causa de la abolición del absolutismo y la instalación de las repúblicas. Se denomina actitud servil cuando inmerecidamente se le rinde pleitesía a una persona que sin merito alguno, sin superar intelectualmente, ni en hechos, ni ideas, ni mucho menos actitud, tiene el poder de provocar admiración y un respeto absoluto. ¡Ah porque es de origen noble: de una reina o de un rey! Eso es lo insensato, porque el absolutismo fue abolido del concepto político cuando el hombre perfeccionó y purificó los derechos de la sociedad civil y su protección. Entonces sólo queda decir que ese título se dio únicamente al salir el portador por una vagina igual a la de todas las mujeres del planeta. Tanto así que esas figuras caballerescas de las dinastías del mundo han quedado como una simple figura de tradición, como un estandarte frio e inservible que simplemente absorbe los sentimientos patrióticos por el desenvolvimiento de los monarcas a través de la historia y el servilismo del pueblo antes de la aparición de los primeros derechos civiles; o sea han quedado como monumentos de antaño y sin ninguna intervención política.  Caso diferente en una situación laboral, la cual muchas veces el humilde trabajador, siendo más culto y portador de mucho más ética de vida, debe asimilar la condición superior del patrón, no siendo servil, reservándose el derecho de admirarle.

Existen personas en el mundo que ven con tanta admiración o fervor los títulos reales, que pudiera creer que sentirán orgullo si tuvieran una bolita de excrementos del rey Juan Carlos de Borbón (por ejemplo) en una copa de murano, para mostrarlo con avidez a sus amistades y estoy seguro fuera el adorno más agraciado de la sala de la casa y que olerían con frecuencia. Así lo dijo la historia universal en el caso de algunos reyes europeos en circunstancias especiales con sus súbditos más indignos. Por ejemplo Luis XI que tenía varios súbditos que se encargaban de limpiarle los excrementos una vez hacía la deposición en los retretes del palacio y posteriormente eran entregados a personas de la plebe, que por admiración a todo fervor los mantenían con orgullo y bajo la creencia que producía poder, opulencia y buena suerte.

La Animadversión de Bolívar a los Monarcas Europeos

En plena campaña libertadora el general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios había desembarcado con su tropa en el pueblo de Zambrano sobre el rio magdalena (hoy departamento de Bolívar), ante los ruegos de su edecán José Palacios para que aceptara la invitación de la familia Campillo, terratenientes criollos, a un exquisito sancocho ribereño. El general aceptó tratándose sólo por complacer a su apreciado edecán. El almuerzo fue servido bajo una fronda fresca de inmensos almendros con la pompa más selecta de esas tierras. Un francés llamado Diocles Atlantique, bastante hablador y engreído le preguntó después de una retorica insulsa, que el libertador ignoró: 
_Su excelencia… cuál sería el sistema político que aplicaría para la nueva nación.
_Y usted que opina? _ Le contestó el libertador con lo más mordaz de la expresión.
_Que usted debiera ser emperador como nuestro Napoleón, emperador de Francia.
Bolívar demostrando ira en su gesto facial le dijo:
_ No dudo que usted como europeo lo crea. -Y replicó-: Por qué será que los europeos piensan que sólo lo que inventa Europa es bueno para ellos y para el mundo; y lo demás es execrable.
El francés contestó sumiso ante la respuesta lapidaria de Bolívar:
_Yo tenía entendido que su excelencia era el promotor de una solución monárquica.
Y el general por primera vez dejó de comer, puso los cubiertos sobre el plato, alzó la vista y contestó muy altivo y seguro:
_Pues ya no lo tenga entendido. Jamás una corona mancillará mi frente.

Y esas reacciones del libertador son las que ha excitado la profundidad del análisis de los historiadores, economistas y estadistas y han logrado provocar la admiración a un hombre que dejó el placer y la comodidad de su excelsa fortuna, por la causa revolucionaria de la emancipación del yugo español.

Es de afirmar que el concepto república, en síntesis, el libertador siempre llevó en su mente atraído por el amanecer en la grandiosidad el país del norte (USA). La palabra República deriva del latín res publica « cosa pública», es simplemente un concepto político que se basa en el poder inconmensurable e insustituible de la ley (constitución) y la igualdad ante ésta para todos los conciudadanos, como la forma más universal de limitar los posibles abusos de los gobernantes y de las mayorías, con el fin de proteger derechos fundamentales y las libertades civiles de los ciudadanos, de los que jamás podrá omitir gobernante alguno, al menos con el crédito de la legitimidad. Pero la república posee conceptos de selección de quienes gobernarán u ocuparan cargos en la estructura administrativa mediante lo que hoy llamamos inequívocamente democracia representativa, con sus reglamentaciones determinadas de derecho individual al voto. Es decir, no existe herencia para el poder, ni títulos especiales para gobernar, ni aún como figura decorativa que entorpezca la verdadera labor de los que por merito propio fueron elegidos. Sin embargo ante la belleza de estas definiciones, todavía hay gente que se va más por los cuentos de príncipes buenmozos y elegantes, enamorados perdidamente de plebeyas encantadas por diabólicas hechiceras. “No obstante algunas señoras de alcurnia tratan de brutas y noveleras a las infortunadas muchachas del servicio”.

Si resucitaran Cromwell nacido en 1599, Montesquieu en 1689, Rousseau en 1712 y todos pensadores generadores del concepto república que antagonizaba las tradicionales monarquías, no hubiera la menor duda que al observar éstos el despliegue mundial actual de la ridícula boda del príncipe GUILLERMO DE INGLATERRA Y la plebeya KATE MIDDLETON, hubieran pedido de inmediato una copa de cicuta o una punzante daga para seguir durmiendo en la eternidad.

Arturo Muskus Villalba

NOTA: Y lo de la bola de excrementos de Juan Carlos de Borbón en una copa de murano, es verdad, yo supe que una mujer lo trajo de España.